El tejer es recordar y nos habla de la existencia del tiempo, tejer es historia y memoria y resistencia.  

Algo muy importante que comprender es que el textil no solo es una pieza más de la estética, el textil elaborado por las mujeres de los distintos pueblos de nuestro país refleja todo un sistema de comunicación, un lenguaje de historia, de identidad, de memoria. Es el lenguaje que se transmite de abuelas a nietas, de madres a hijas. Por ello, el textil se debe entender como aquel lenguaje que permite recordar y transmitir las tradiciones e incluso nuestra identidad, y en la mayoría de los casos son justamente las mujeres las que mantienen vivas estas tradiciones. En todo este proceso, las mujeres se enseñan y se aprenden, se recrean continuamente.

Personalmente, creo en el poder de las manos de todas las mujeres que han tejido, bordado y pintado la historia de nuestro país con sus textiles y que en estas últimas décadas contribuyen al florecer, al sanar y al vivir de nuestras costumbres e identidad, todo ello, a través del entretejido de sus hilos. Esto me lleva a pensar en la moda actual y en todos los procesos que giran alrededor de esta, como, por ejemplo, el reconocimiento de autoría de las artistas tradicionales, o también, el mismo hecho de reconocerlas como artistas, creadoras de arte. Sobre el reconocimiento de autoría, es importante mencionar que este no es solo un acto de autoría, sino de reivindicación y respeto a los derechos que tienen los pueblos sobre sus conocimientos ancestrales, su arte y sus tradiciones. Más aún, durante mucho tiempo las mujeres participaron de manera muy activa, no solo con sus propios diseños sino también con sus conocimientos y técnicas propias. Todavía lo hacen, en la creación de las piezas “de moda”, pero siempre se vieron invisibilizadas. 

De lo que se trata es que esto ya no ocurra, que forme parte de una etapa de nuestra historia en la que teníamos muchas ideas erradas y prejuicios e individualismos sobre el arte, sobre la creación, sobre las tradiciones y nuestros pueblos, que se convierta en un recuerdo aleccionador que nos permita saber qué es lo que no debemos hacer, por el bien de nuestras futuras historias, por nuestra identidad como peruanas y peruanos orgullosos de su diversidad y su identidad.

Más allá de los trazos, cortes y formas que le podemos dar a una tela, está aquella especie de extensión de nuestra piel, y justamente, es este hecho el complemento ideal que le da sentido a la tela, es decir, es nuestra piel la que da sentido y complementa a la tela, en tanto esta se entiende como una extensión de aquella. Esta forma de entender al vestido como una continuidad de la piel está presente desde hace muchos siglos atrás en las diferentes culturas de nuestros pueblos, tanto andinos como amazónicos, y que han estado siempre en constante diálogo e interacción, influenciándose e intercambiando sus conocimientos y técnicas en los diferentes espacios sociales y culturales, siendo uno de estos, la indumentaria.

Me es inevitable recordar, que hace tiempo leí un artículo en el que indicaban que cada vez son más los diseñadores extranjeros que vienen a nuestro país para desarrollar sus colecciones. Nos conocen porque tenemos las mejores fibras, alpaca, algodón, inspiración y la mano de obra, la manufactura.

Recuerdo las palabras de Elena Izcue: "El Perú tiene una historia muy hermosa y es uno de los países más ricos en la tierra de los tres reinos de la naturaleza. Desde tiempos muy remotos el Perú fue grande y poderoso, y el imperio de nuestros antepasados dominó este continente y tuvo grandes guerreros y artistas. El Perú fue grande y poderoso, puede volver a serlo cuando tú lo quieras, por la obra de tu corazón, de tus brazos, de tu cerebro".  

La vida es un entretejido de mujeres que crean y generan a través de sus conocimientos autonomía e independencia, vida, resistencia, tradición y cultura.

He vivido aprendiendo en cada región de nuestro país que el textil no es solo estética , sino que además tiene una fuerte carga de contenido cultural, social e identitario; un lenguaje que no solo se deja escuchar, sino también ver. Este lenguaje se puede ver desde un punto de vista más amplio, para ello se requiere de la suma de muchos conocimientos y perspectivas. Estamos hablando de una mirada interdisciplinaria libre de prejuicios y preconceptos. Así podremos ver esa belleza continua y cambiante, viva, que tiene el textil peruano, y que se alberga en en cada trama y urdimbre que va tejiendo la vida de una mujer, de sus hijos, de sus nietos y nietas, de su pueblo entero.

Esto me lleva a mirarme a mí misma y tener presente a muchas mujeres que son parte de mi vida, de mi trama y urdimbre, y que se entretejen conmigo. Pienso, a menudo, en Marina, en todos sus conocimientos y la sabiduría que le fue heredada y que hoy ella transmite y protege; sus conocimientos sobre los pigmentos con plantas naturales para obtener alrededor de 27 colores y cada uno con sus propios matices como los azules, negros, lilas, amarillos, rosas, verdes; esos verdes que ella diferencia en el bosque y que los foráneos no podemos, no tenemos ni el conocimiento ni la técnica para hacerlo. Recuerdo también a Yolanda Contreras,  de Mórrope,  que cultiva incansablemente la diversidad de algodones nativos en su localidad. 

Asimismo, en mi querida Irma Zarco, de Huancayo, que diseña y teje junto a otras mujeres de San Juan de Lurigancho, todas ellas migrantes andinas y que con su actuar construyen, repiensan y recrean a la ciudad de Lima, que es una reconstrucción continua de una multiplicad enorme de diferentes pensamientos, lenguajes y costumbres de nuestros pueblos indígenas. También he aprendido con Bertha Ancón, del pueblo Shipibo-Konibo. Juntas hemos vuelto a la vida el Xao Kené y morin, técnicas ancestrales de tejido que hasta hace poco más de una década solo se podían ver en los almacenes de los museos y en fotografías de etnografías de inicios del siglo XX. Hoy rebosan y construyen la identidad de mujeres de distintas generaciones que las llevan en sus pieles y vestimentas; vamos construyendo así nuestra propia mirada de la moda, no prestada ni copiada, sino propia y en base a lo que nuestros ancestros nos han heredado. 

Creo en el tejido de Tarcila Caquicheque, una maravillosa mujer Kichwa que me enseñó la fortaleza del telar de cintura, siempre con una gran sonrisa y la paciencia del mundo para seguir enseñando a otras mujeres a mantener vivas las tradiciones. Además está Nelyda Entsakua,  del pueblo Awajun, quien entiende y enseña que el tejido no solo se hace con fibras vegetales y con hilos, sino también con las semillas, reproduciéndolas, conservándolas y cultivándolas, conservando así los bosques para seguir tejiendo su biojoyeria y transmitirla a las futuras generaciones.

Y cómo no pensar en Enith Ahuite, del pueblo Urarina. Veo fuerza en la nobleza de sus tejidos los cachiguangos, que en la lengua originaria de su pueblo se pronuncia ela. Un conocimiento que sobrevive a la indiferencia del tiempo, a las largas distancias y a la ausencia de las políticas y del Estado. Dolores Primo,  del pueblo Matsigenka, es también una gran maestra que busca siempre volver la memoria de las tradiciones mediante el diseño y el tejido con algodón nativo para las mujeres y las futuras generaciones de su pueblo .

La consigna de hoy es el de mujeres que seguimos tejiéndonos en el tiempo, construyendo y dejando memoria para las futuras generaciones de mujeres como un símbolo de resistencia de nuestra identidad y nuestras costumbres, pero también de los derechos que todas y todos tenemos como ciudadanos y ciudadanas de este diverso y atemporal tejido llamado Perú.

Juntas sembramos un presente cargado de futuro Con los pies en la tierra Perú.